Diario, Roadtrip, Vivir lo imaginado

Y al séptimo día se hizo la ducha

Era una de esas duchas fijas a la pared, de las que te obligan a mojarte el pelo; mejor, ¡que me inunde! Aprietas un botón y se desparrama el agua por unos 30 segundos que saben a nada. Pulso una, dos, tres, cuatro veces… acabo apoyada en botón, el peso de mi cuerpo ejerciendo la presión justa para que el agua hirviendo no me abandone jamás. Las seis duchas que no sucedieron en los días pasados combinadas en una: la ducha eterna. Listo, me seco, me visto, la vida puede continuar. Siguiente sueño.

De un pueblo de ski a un resort de playa. De 7ºC a 25ºC. De ni un alma alrededor a una multitud paseando por las orillas del lago. De ni una tienda abierta a un centro comercial a cada paso. Salí con destino a Chamonix y aterricé en Annecy, porque sí, porque soy una veleta al viento, una ruleta con forma de rotonda; una viajera incapaz de planear la ruta.

Pero, pero… ¿mientras yo pasaba frío, y otras miserias, todo esto estaba aquí? Fue como aventurarse por fin a dar un paso fuera de la cueva para descubrir qué tan solo dos pasos más allá la humanidad entera disfrutaba de un mundo mucho más cómodo de habitar. Cara de gilipollas.

Aquella mañana había soñado que al séptimo día se hacía la ducha. Y se hizo. Soñé luego que acababa el día escribiendo en un lugar con calefacción, con wifi, algo parecido a la sala de estar de una casa; Tom tranquilo durmiendo a mis pies, en la ilusión de un hogar. Y se hizo.

Tengo por costumbre escribir mis sueños porque las palabras escritas me llevan de la mano hasta ellos. Así que, puestos a escribir, recién duchada, en una sala con calefacción, con wifi, con Tom a mis pies, escribo: sueño que un día todos los lugares tendrán un web centralizada, y actualizada, donde una pueda ver qué campings están abiertos en invierno sin tener que dar 800 vueltas. Sueño que un día habrá un diseñador de campings que sea capaz de pensar en las cuatro cosas necesarias para el campista invernal. Los 25ºC de día son 6ºC cuando la cae la noche y,  ¿a quien le apetece mojarse el pelo cuando el frío aprieta?, por ejemplo. Sueño que un día me importarán una mierda los campings y sus duchas porque seré tan valiente y aventurera que ya no tendré miedo de amanecer cada día sola en medio de un bosque.

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