Este diario comenzó a escribirse cuando el presente que describe aún era un futuro improbable. Cofiaba en que si era capaz de imaginar vívidamente las emociones que me aguardaban, me lanzaría a la aventura de una vez por todas. Durante ese tiempo de escritura temí que, de tanto imaginar, el futuro por vivir no estuviera a la altura de las emociones que ideé sobre el papel. Pero sobre todo, temí que mis deseos de libertad murieran en las palabras.

