Parking de pago al minuto. Zona azul. Imposible saber cómo funcionan las maquinitas de pago si no eres asidua del lugar. Normal que haya unos señores encargados de explicarte el procedimento: una hora, 65 céntimos. Mete el dinero exacto porque no devuelve y te comes los minutos que corresponda. 1€ metí, una hora y treinta y cinco minutos me comí. Aparqué, puse el papelito en el parabrisas, y me senté a la sombra de mi furgoneta. El calor era tan intenso que casi me impidió asomarme al alto donde aparcan los surferos y desde donde las vistas a la playa roban el aliento.
Y así, en Sopelana, pasando calores me encontraba cuando me pareció oír una voz familiar. Me giré y ante mí, Kepa Acero: surfero, viajero, aventurero, bloguero… Alguien a quien he seguido por las redes sociales durante muchos años; una de esas personas que, con su ejemplo, me dieron permiso para soñar y me inspiraron a partir. Pasé junto a él, le miré un segundo, no fui capaz de articular palabra.
Mira que hay mundo, mira que hay playas, mira que hay personas, mira que hay segundos en un día… Y en todo ese infinito, yo, que hacía diez días que había salido de Tenerife sin rumbo alguno, ¡mi gran aventura!, me tropiezo con alguien a quien he admirado y no encuentro nada que decirle.
Me fui del lugar entre excitada por estas extrañas casualidades que tanto me fascinan, y regañada, como queriendo ser anciana para llegar a ese lugar en que la vergüenza deja de ser un factor a tener en cuenta.
¿Kepa, tiene sentido que te salude desde aquí: la red, las palabras escritas, el lugar de los tímidos?

