Diario, Roadtrip, Vivir lo imaginado

Caminito a Palencia

Me costó dejar atrás la comodidad familiar de Castro. Con tantas atenciones es fácil dejarse llevar y olvidar que la aventura está más allá de lo conocido, donde empiezan los temores.

Partí cargada de cariño, y de viandas: tomates, peras, gazpacho para días, carrilleras para algunos días más, embutidos leoneses… La nevera de mi casa con ruedas superó con creces su primera prueba del camino.

Destino: Palencia.

A Palencia me llevó una visita prometida a Alejandro Martínez. Alejandro nunca deja de sorprenderme por su generosidad; si te puede allanar el camino, eso hace, te lo allana, sin aspavientos, sin grandes demostraciones, sin necesidad de que le pidas nada, con naturalidad. Siempre que paso un rato junto a él luego me voy pensando que yo también quisiera ser “un poco así”. Ahí le tengo, como referente en mi camino hacia ser mejor persona cada día.

Me encantó Palencia. Una ciudad pequeña, discreta, manejable y con una zona verde inmensa junto al río, perfecta para pasear a Tom.

Pasé un día maravilloso y sospecho que, el gran recuerdo que me llevo de esta ciudad, tiene mucho que ver con el cariño inmenso con que me acogieron Alejandro y Patri. ¡Gracias infinitas!

Que poco imaginaba yo al salir de Castro que de Palencia también partiría un día después igualmente cargada de cariño…

Y de chocolates…

 

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