Diario, Roadtrip, Vivir lo imaginado

Travesía

Mi primer atardecer furgonetero en territorio continental después de la travesía Tenerife-Huelva. Puerto deportivo de Mazagón, Huelva.

Cuento tres días ya desde que llegué a Castrotierra y aún no sé lo que es respirar profundo. 36 horas de barco, y 800 km de autovía después, mi estrés alcanzó niveles que no sabía posibles. La semana previa a la partida, cargada de preparativos, despedidas, ilusiones y miedos varios, tuvo mucho que ver en el cúmulo de ansiedades pero, la Naviera Armas y su escaso interés en prestar un servicio decente, remataron el cóctel explosivo.

Llegué al puerto de Santa Cruz de Tenerife a las 4:45 de la mañana después de dos escasas horas de sueño. A las 5 mi furgoneta estaba ya aparcada al fondo de la bodega del barco, destino Huelva, y Tom y yo paseábamos incrédulos por la cubierta destinada a los perros. Jaulas situadas en la zona más ruidosa y con mayor vibración del barco, con los humos negros de las chimeneas como único horizonte olfativo. Ni un techo, ni un toldo, nada para guarecernos de la fina lluvia que caía, ni del sol abrasador que poco más tarde convertiría la cubierta del barco en una parrilla para las patas de los perros. Tres cubos y sus correspondientes fregonas como únicas herramientas para limpiar dos días de meadas y cagadas de no menos de 20 perros. 36 horas, con su noche incluída, de ese aterrador panorama para unos animales acostumbrados al calor de un hogar. No se me ocurre mayor pesadilla.

Para la Naviera, de mi parte, todo son reproches. De la experiencia se salva un gran detalle: le agradezco que me permitiera conocer a gente amable con quienes compartir las largas horas de tan incómodo transporte. Ellos, día y noche entregados a sus perros, pese al frío, pese al horror, pese a todo… ellos, me emocionan aún al pensarlos, porque no creo haber visto jamás un amor tan entregado.

Conocí a Mayte, experta furgoneta, en el barco. Ella me llevó de la mano en ese primer día de mi aventura. Recorrimos juntas gran parte de la Vía de la Plata.
Primer día de ruta. Tom aún tenía la cara de susto después de la pesadilla del barco. Le está costando adaptarse a las nuevas emociones.

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