Fueron años imaginando vidas alejadas de las cuatro paredes de mi oficina. Imaginé otras oficinas en países y situaciones diversas. Imaginé habitaciones de estudiante parecidas a las que ya había dejado atrás hacía muchos años. Imaginé una mochila con algo de ropa, la cámara, el ordenador y poco más. Imaginé una ONG en algún país en vías desarrollo, yo dedicada a ayudar, feliz, libre, útil… Imaginé una furgoneta convertida en casa, en oficina, con mis libros, mi cámara, mi ordenador, yo atareada en escribir, vivir, sentir…
Fue ese último el sueño que con más detalle pude transcribir, y quizá sea por eso que hoy estoy aquí.
En un rato desembarco en Huelva y me siento plena y libre para elegir qué hacer a cada paso, como si la vida empezara de nuevo justo en el instante en que me ponga al volante de La Bala y junto a Tom, emprendamos un camino incierto, sin redes ni ataduras, todo por escribir.

